Los siguientes párrafos los dedico a todos los que habéis compartido conmigo vuestros logros con ho’oponopono. Son un resumen de algunas de las historias recibidas pero os estoy enormemente agradecida a todos por vuestra generosa aportación.
Tenía una malísima relación con mi jefa, llegó a tal punto que estuve de baja por depresión. Se terminaba el plazo de baja y tenía que volver a enfrentarme con mi “enemiga”, tenía miedo. Seguí usando las palabras mágicas y cuando volví al trabajo me encontré con una persona diferente. Poco a poco desatamos los nudos entre nosotras y, a día de hoy, no somos las mejores amigas pero nos respetamos. Ya no voy a trabajar con dolor de estómago sino con alegría. Entendí que lo que veía en ella también formaba parte de mí, di las gracias por hacérmelo ver claramente para poder limpiar en mí. (Luisa, Cáceres)
2009, sin dinero, sin trabajo y sin esperanza. Llegó un mail con una frase ho’oponopono: tú lo creíste, tú lo creaste. Busqué información e inicié el proceso. Llevaba un mes en eso cuando conocí a la que hoy es mi esposa. No le importó mi situación, me dio una oportunidad. Eso significo tanto, me dio tanta fuerza. Empecé a trabajar, inicié junto a un amigo y con gran esfuerzo un negocio de ventas. A día de hoy sé que todos esos cambios sucedieron por la limpieza. Sigo con ello, lástima que no sepa ser tan constante como debería. (Álvaro, Valencia)
Tras un accidente me dijeron que no podría ser madre nunca. Caí en depresión y di de lado a todos. Nada merecía la pena. Una amiga me habló de las palabras sanadoras. Lo practicaba para volver a tener la oportunidad de ser madre. Pero lo hacía con expectativas y no pasaba nada, al menos que yo me diese cuenta. Pero algo si andaba moviéndose, otra amiga me habló de un trabajo, realicé la entrevista y me cogieron. Soy cuidadora en una guardería. No he podido cumplir mi objetivo de ser madre pero ahora soy la mami de muchos. Esto ha llenado mi vida, de alegría. (Natalia, Córdoba)
Era una persona tímida, insegura y acomplejada. Llevaba en pareja trece años y me dejaba. No aguantaba más mis bajones y mi falta de comunicación con él. Mi mundo se hundió. Ya conocía las palabras mágicas y comencé a hacerlo más que nada para mantener la mente entretenida. Logré dejar de tener tantos pensamientos negativos hacia mi persona. Al cabo de dos meses tenía fuerzas para llamarlo, no para intentarlo de nuevo, sino para pedirle perdón. Hablamos, quedamos para vernos y fue como la primera vez que nos vimos. Resurgió todo de nuevo. El me sentía y me veía diferente y así era. Gracias a la ruptura reencontré el amor hacia mí misma. Encontré mi fortaleza y dejé de mirar solamente mis puntos débiles. Ahora vivo, no pienso más allá del día de hoy y disfruto de todo lo que tengo. (MªDolores, Puerto Rico).